La papa florea y la tierra responde al trabajo del hombre
En lo alto de los Andes, donde los cerros acarician el cielo y la neblina envuelve las madrugadas, la papa ha comenzado a florear. Sus pétalos, teñidos de blancos, lilas y violetas, se alzan como un canto a la tierra, anunciando que el tiempo de la cosecha está cerca.  

La humedad de los campos, los surcos trazados con esmero y las manos de los campesinos, fuertes y curtidas por los días, dan vida a un ritual que combina esfuerzo, gratitud y tradición. Aquí, en la altura, la papa es mucho más que alimento; es sustento, historia y un legado que se transmite de generación en generación.  

Pronto, los campos cobrarán vida con el ir y venir de familias enteras, unidas por el trabajo compartido. Entre risas, canciones y el aroma inconfundible de la tierra removida, la cosecha se convierte en una celebración de esperanza y fe en la Pachamama, que una vez más devuelve lo que se sembró.  

La cosecha en los Andes no solo es un acto agrícola, es poesía hecha con manos callosas y corazones agradecidos. Es el símbolo de que, mientras el hombre respete la tierra, ella seguirá floreciendo al cielo.