Huaraz: El Maíz de la zona de conchucos una tradición ancestral

Huaraz: El Maíz de la zona de conchucos una tradición ancestral
Bajo el sol de julio, en el caserío de Rontoy Chico, distrito de Chingas, provincia de Antonio Raimondi, se despliega una escena cargada de historia y emoción. La familia Benites, con manos hábiles y corazones llenos de orgullo, desgrana los dorados granos del maíz choclo. Esta tarea, que parece sencilla, encierra una riqueza cultural y una tradición agrícola que se remonta a más de 500 años.

El maíz, símbolo de vida y prosperidad, ha sido cultivado con esmero por generaciones en esta región de los Conchucos en Áncash. Los productores, con su esfuerzo incansable, demuestran una perseverancia que honra a sus antepasados y mantiene viva una práctica ancestral.

En la memoria colectiva de los habitantes, resuena la voz de Tayta Shanti, quien recopiló la leyenda de "La maldición del inca". Según el relato, el inca, desde Maraycalle, al observar las verdes praderas de Chinlla, Sapchá, Colpa y Cunya, envió emisarios a pedir que Kátin y Riway se sometieran a su imperio, ofreciendo a cambio jóvenes ñustas para su séquito. Los valientes Kátin y Riway, sin embargo, rechazaron con firmeza la solicitud del inca.

Enfurecido por la desobediencia, el inca lanzó desde la cima de Maraycalle dos puñados de tierra: uno que cayó en Allpabamba y otro en Shashal, que se posó sobre Chinlla. El inca advirtió que si hubiesen cumplido con su demanda, habría lanzado oro y plata en lugar de tierra y polvo. Así, según la leyenda, Chinlla quedó condenada a trabajar eternamente con esos materiales humildes, mientras que Llamellín y Chingas, que sí enviaron el tributo, fueron bendecidas con tierras fértiles y cosechas abundantes.

Este relato, recogido en "Los Huaris y Conchucos" (1945), refleja la profundidad de la cultura y las creencias de la región. La historia del maíz y las leyendas que lo rodean son un testimonio del espíritu resiliente y la rica herencia de los pueblos de los Conchucos. La familia Benites, al desgranar el maíz bajo el sol de julio, no solo perpetúa una tradición agrícola, sino que también mantiene viva la esencia misma de su identidad y su historia.

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