Hoy, hace 54 años, un trágico evento marcó la historia del Perú de manera imborrable. A las 3:23 de la tarde del 31 de mayo de 1970, cuando los ciudadanos de Huaraz, Yungay y Ranrahirca se preparaban para disfrutar del partido inaugural del Mundial de México 70, un estruendo estremecedor interrumpió su tranquilidad. Un terremoto de magnitud 7.8 sacudió la región norte del país, especialmente el departamento de Áncash.
En apenas 45 segundos, Huaraz quedó convertida en escombros. Las casas se desplomaron, atrapando a muchos dentro y obligando a otros a luchar por escapar de la devastación.
El día se tornó oscuro, como si el apocalipsis hubiera llegado. Una densa nube de polvo cubrió la ciudad, dificultando las labores de rescate y obstaculizando la llegada de ayuda aérea.
Sin embargo, la tragedia alcanzó su punto más álgido en Yungay. Allí, un alud de proporciones monstruosas sepultó la ciudad bajo toneladas de lodo, desencadenado por el desprendimiento de un bloque de hielo del Huascarán.
Se estima que la masa de lodo alcanzó una velocidad cercana a los 500 kilómetros por hora, arrasando todo a su paso. El devastador alud destruyó prácticamente todo en su camino, dejando muy pocas posibilidades de supervivencia para los habitantes de Yungay. Ranrahirca, por su parte, simplemente desapareció.
El saldo humano fue desgarrador: cerca de 70 mil muertos, 20 mil desaparecidos y 145 mil heridos. En cuestión de segundos, la vida de los habitantes de estas ciudades se transformó en un abismo de dolor y desesperación. El recuerdo de aquel día sigue vivo en la memoria de quienes lo sobrevivieron, y sus lágrimas aún humedecen la tierra que cubre a los seres queridos que perdieron en aquel fatídico evento.
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