La antropóloga Ana María Gálvez Barrera ha investigado por muchos años sobre la identidad de la 'deidad mayor' de la mitología y cosmovisión prehispánica, la que por muchos años se identificó con los felinos mayores.
La profesora Gálvez ha determinado que es el gato andino y no el jaguar, como hasta ahora se creía, el animal con mayor poder en el mundo prehispánico. Según Gálvez el gato ha permanecido invisibilizado debido a la influencia del pensamiento español, ya que en los siglos XVI y XVII los europeos buscaron equivalentes de los ‘felinos mayores’ del Viejo Mundo en la fauna del Nuevo Mundo, razón por la cual los "leones" o "tigres" (pumas, jaguares y otorongos) cobraron mayor importancia sobre el escurridizo gato.
Pero está concepción original prehispanica se mantuvo en los mitos y leyendas de los pueblos indígenas, dónde el Qoa, Kon, Lari, Huari, Chinchay, Titi, Antahualla, entre otras entidades míticas, relacionadas con el agua, la presencia de las estaciones de lluvias y otros fenómenos atmosféricos, eran encarnadas por la figura de un gato de fuego que emergía de las fuentes de agua y volaba, escupía granizo, hacia llover y provocaba tempestades.
Conocido por su nombre científico, Leopardus jacobita, el gato de Los Andes se distribuye a lo largo de las cumbres más frías de la cordillera. Específicamente, en Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Su longitud varía entre los 75 y 85 centímetros, con hasta 35 centímetros de altura. Se distingue de otras especies de felinos por su pelaje color plata, con discretas líneas negras y marrones.
En la edad adulta, este felino alcanza a pesar hasta 7 kilos, no más que un gato doméstico. Lo verdaderamente impresionante de la especie es que se le ve muy poco y no porque queden pocos en libertad, sino porque son increíblemente ágiles para esconderse y cazar. Como maestros del camuflaje que son, coinciden con otras especies de gatos salvajes en el sigilo absoluto que tienen al moverse.
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