El encuentro entre los europeos y los pueblos americanos en el siglo XVI es un tema muy complejo de entender y hasta ha sido politizado con el pasar de los años. La alianza político-militar entre las Antiguas Naciones y las Empresas de Conquista resulta un tema desconocido o difícil de asimilar para muchos, hasta el punto de que es inaudito aceptar a indígenas como Conquistadores y Pacificadores.
Contrario al pensamiento popular, los nativos de América no eran ajenos a la guerra, diplomacia, alianzas estratégicas, así como tampoco eran un solo pueblo. La gran mayoría de estas sociedades consideraban a la guerra como un mecanismo de supervivencia, de prosperidad a nivel comunitario y también a nivel individual, los curacas y comandantes indígenas encontraban el camino al ascenso social, económico y político a través de los logros en el campo de batalla.
“En la mentalidad de los Huancas, Cañaris y Chachapoyas en el siglo XVI y durante casi todo el periodo colonial, perduró la idea de que ellos eran “indios conquistadores” a semejanza de los españoles, resultando este pensar de su alianza y cercanía”. (Schjellerup, 1997).
Con la incursión de los exploradores españoles muchas sociedades del norte vieron una oportunidad para librarse del yugo del pueblo hegemónico en la región, y decidieron participar en la conquista del Tahuantinsuyo a cambio de la promesa de libertad, riquezas y autonomía política.
La ayuda de estos pueblos no solo se limitó a proveer suministros, guías, traductores, sirvientes y cargadores, sino que también cumplieron funciones militares, es decir que combatieron contra las tropas incaicas, y es menester aclarar que fueron el grueso de las tropas conquistadoras.
Así mismo cumplieron roles de mando, como el caso del Curaca de Latacunga que lideró tropas de españoles e indígenas en la conquista del Napo (Ecuador).
En los enfrentamientos contra las tropas incaicas los “indios conquistadores” se revelaron como unos magníficos soldados, que a diferencia de los españoles se lanzaban sin temor alguno a la batalla realizando incluso temerarias cargas frontales contra las líneas enemigas, su habilidad natural para la guerra se convirtió en una pesadilla para la existencia del mismo Tahuantinsuyo, la cual terminó de sucumbir ante la alianza en 1572.
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