Por: César Chaman.- Entre los quipus que el mundo andino siguió tejiendo incluso después de la ocupación española, la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Guaman Poma de Ayala, los relatos en quechua del Manuscrito de Huarochirí que recogió Francisco de Ávila en 1598, el teatro mestizo de Juan de Espinosa Medrano del siglo XVII y la metáfora de los zorros de José María Arguedas, existe una correa de transmisión que nos muestra una racionalidad y una utopía acalladas históricamente por el poder hegemónico colonial y criollo, pero que resisten más allá de su mudez temporal.

El filólogo Alberto Valdivia Baselli ha hecho de esta idea la línea de trabajo de Los virajes del quipu. Pensamiento utópico, (de)construcción de nación y resistencia en el mundo andino (UNMSM, 2018), un texto que nos recuerda –de entrada– que toda cultura colonizadora ‘produce’ a su ‘otro’ y que, sin embargo, las sociedades intervenidas activan también sus propias formas de aculturación poscolonial y resistencia.

En el caso del mundo andino, las señales de esa resistencia pueden rastrearse en artefactos tan antiguos como el quipu –del que la ciencia está a punto de demostrar que tuvo también una función narrativa– y en el teatro, la crónica y el ensayo de matriz andina.

Leer los nudos
“He querido pensar en el quipu como un símbolo donde podemos encontrar elementos de significación no obstante su ‘mudez’. Hoy sabemos que estos artefactos son importantes también a nivel de comunicación escritural y no solo numérica”, opina. Doctor en Filosofía, Valdivia Baselli alude al proyecto de la Universidad de Harvard liderado por el profesor de Estudios Precolombinos Gary Urton y el investigador Manuel Medrano que ha logrado notables avances para descifrar la gramática de los nudos.

“Es un proyecto enorme que está descubriendo aspectos clave en cuanto a información no numérica y a nivel de la voz, esa voz andina que ha tratado de decirnos cosas desde la Conquista y la Colonia –añade–; el quipu es un elemento que nos ha gritado por siglos y al que no hemos escuchado; es un grito político que se vincula directamente con otro dispositivo puesto de lado no solo en el Perú sino en todo el mundo: la utopía”.

Gente que sueña
Decir ‘utopía’ en el mundo político contemporáneo es referirse a lo que no existe: “¡Ah, esa gente que sueña!”, ironiza Valdivia. En 1516, poco después del último viaje de Colón a América y poco antes del desembarco de Pizarro en las costas de Tumbes, Europa recibía la primera impresión de Utopía, el relato de Tomás Moro acerca de una isla imaginaria donde la política, la economía y la moral funcionan con perfección fantástica. Pero el significado de ‘utopía’ entonces no era el que se le otorga hoy. Para escribir la segunda parte de su libro en 1515, Moro se basó en los relatos de Américo Vespucio sobre un Nuevo Mundo posible y maravilloso. Europa necesitaba construir su ‘otro’ para cerrar una etapa de crisis y cambio de paradigmas y América estaba allí, aún inexplorada, para la idealización de ese no-lugar.

Desde este lado del mundo, el pensamiento contestaba en la medida de sus posibilidades. “En la utopía del mundo andino, esa búsqueda que parte con Guaman Poma de Ayala propone una política independiente, mestiza, un modelo que respeta el pensamiento y el conocimiento indígenas para administrarse a sí mismo. Ese grito habla de nosotros”. 

En Los virajes del quipu, Valdivia considera que la idea de la sociedad andina administrándose a sí misma con eficiencia es una concepción inserta en lo utópico, pero advierte, además, que es una propuesta discriminada por el prejuicio de que “el mundo de los indígenas no tiene nada que aportar a la modernidad”. Pero ¿qué es la modernidad si no otra utopía?

El autor se remite a la evidencia para sostener los postulados de su trabajo.  Hoy –asegura–, basta con participar en una clase de historia en un colegio bilingüe de los andes peruanos para entender la importancia que todavía otorga el maestro quechua al quipu y a otros dispositivos simbólicos creados por el mundo autóctono. “Aun en medio de modelos pedagógicos atravesados por la modernidad y la posmodernidad, se habla de sistemas y tecnologías que nos causan orgullo y admiración porque simbolizan el avance de la cultura andina”.

Y eso, a un profesor de Humanidades y Literatura en la Universidad de Nueva York –como él– le parece fabuloso. “Estamos hablando de una generación que sabrá que su cultura tiene una epistemología si no superior, por lo menos equivalente a la del mundo occidental y que se proyecta en la geometría que produjo Machu Picchu, en el sistema de construcción del que surge el Cusco, en esas fortalezas de piedra construidas por todo el Tahuantinsuyo sin argamasa y que han resistido a todo tipo de sismos. ¿Cómo logró el hombre andino este tipo de cosas; cómo alcanzó las maravillas geométricas de Nasca? Pues, eso tiene que ver con esta epistemología y este conocimiento que son creación propia”.

La tesis de Valdivia intenta un rescate de la utopía como dispositivo político que ha perdido valor ‘comercial’. ¿Por qué? “Porque la individualización del mundo contemporáneo coloca al capitalismo y la democracia liberal como el único camino posible y nos dice ‘Ya no hay nada que proponer alternativamente’, lo cual es por lo menos discutible”.

La resistencia
Frente a la idea sobre lo irremplazable del capitalismo y la democracia liberal, se mantiene en pie la voz de esta racionalidad andina, en clave de resistencia, frente a formas de pensamiento que llegaron en la Colonia con el idioma español y la religión católica, “todo un sistema de valores que ya Guaman Poma cuestionaba diciendo: Ni siquiera ustedes respetan los valores cristianos que predican”, acota el investigador.

Ambos elementos, idioma y religión, tratan de imponerse de la mano de un esquema como la extirpación de idolatrías, otra herramienta de la destrucción de un sistema por otro. Pero la respuesta que la ocupación española no calculaba sobrevive hasta hoy convertida en símbolo y discurso: “Vamos a resistir con nuestra cosmogonía, seremos huacas humanas”.

Estamos, así, frente a un entramado de intersecciones, conflictos y tensiones que no ha llegado a su final, ni mucho menos, y que necesitará de flexibilidad para descifrar la gramática de todos sus nudos.


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